Ves
como pasa la noche tras las sombras que se van, tan apacibles y
calladas, con suave marcha se alejan las vehementes notas de su piel, al
caer mi sueño en la alborada.
Y llega el invierno con tu presente ausencia, un susurrante eco entre
estas cuatro paredes, iluminadas de oscuridad y frío, envueltas en
soledad y pintadas de recuerdo.
Destellan mil luces, parpadeantes lágrimas humedecidas de palabras,
tiernas e invisibles caricias, aquella antorcha encendida en el portal
de mi alma, esa vela que se apaga porque sopla el viento y falta tu
figura para cuidarla.
Un invierno más teñido de tu sombra, esos pasos que creo sentir en la
soledad de mis días, los mismos merodeando mi casa, mientras me escondo
en un rincón para vaciar la tristeza que me embarga.
Y donde estas me pregunta al llegar la primavera, en que sitio reposa tu
alma para buscarla; preguntan mis ojos perdidos en el confín del cielo,
en donde brilla tu luz, si para siempre te has ido y para siempre no es
toda la vida.
Etérea tu forma, invisibles palabras, tu silencio me dice que no estas, y
tu recuerdo devuelve la esperanza, de encontrarnos una vez más, en
aquella promesa divina de vivir eternamente, mientras eternamente en el
cielo me aguardas.