martes, 16 de junio de 2015

Huir...

Y por qué quería huir de sus manos me pregunto.

Quizás era más fuerte el dolor de los recuerdos que la misma necesidad de sentir la piel o el corazón saltar en el pecho.

Pero es que uno huye cuando lo embarga el silencio, es que uno escapa del dolor, y sus manos, sus besos, sus labios eran eso, el arma más dulce y mortal de mi tiempo.

Quizás fueron las ganas de no revivir el tiempo, tal vez mi cobardía de un nuevo encuentro, en fin, fue huir de lo que fue, dejar atrás el daño que me había hecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario