lunes, 25 de enero de 2016

Un final...

Y llegó la noche con sus años, las últimas letras de su nombre y mi nombre, aquí las dejo, como recordatorio del tiempo, como fiel epitafio de una locura subversiva, incansable, que murió queriendo en soledad y que calló entre mil palabras de silencio.

Hoy se desprende este cariño con una aguda punzada que lastima pero no duele y no sé si es peor, una herida más o que ya no importe al final, cuando el amanecer se convirtió en noche y la mañana llego gris, un poco tímida, perdida, callada.

Y es que se desgastaron las ganas de seguir luchando, como hacerlo sin entre tantos rostros deje de ser tu amor, para llenar el lugar de un extraño, al que se despierta con frías palabras y mientras tanto, llamas mi amor a otro cuerpo, a otra voz, a otras manos.

Y no duele la herida, duele pensar que después de todo, volví a creer, volví a intentarlo, a pensar que era posible, la utopía aquella de juntar las manos, cuando finalmente al abrir los ojos encuentras el relevo de la sonrisa y de tus labios, un frío adiós que no llega y que mata lentamente, cada vez que quise intentarlo.

Es por eso que hoy perecen las letras, no sé si para siempre, aunque siempre pueda ser tal vez un año, quizás un día, una noche, o ipsofacto, hoy mueren contigo y de ti, sepultadas en un mar de sueños increíbles y de momentos varios, no porque no pueda escribir, solo que esta vez, es mejor dejar atrás y recordarlo, cuando haya llegado el olvido, cuando mi mente al escuchar tu nombre se pinte de blanco, regresando así la sonrisa, esa misma que deje aquella tarde, cuando el sol en la ventana nos invitó a embriagarnos.

Y si es tu parecer volver atrás, regresar el tiempo y recordar, encontrarás los caminos que te lleven a mi, esta vez sin asegurarlo, que estaré para ti, porque ya mi alma murió marchita de quedarse para siempre, por ti esperando, así que ¿te espero en la mañana con tu voz, o te espero en el olvido, para tratar de recordarnos ?


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