En la agonizante realidad, esa taciturna figura de luz llena de recuerdos, como mensajero divino pinta de abstracto el paraíso de fuego, esa eterna condena que sin saber ya conozco, que sin querer ya quiero y que aún teniendo añoro.
Y pensar que necesito de aquel sublime dolor para sentirme vivo, que conozco el destino y la tragedia augurada por el mismo silencio, ese susurro diario que trae consigo una duda revelada por el tiempo, una mirada dulce y envenenada, un destino, un sueño, una nota de voz, un sin fin, una palabra.
Vendido a cambio de tres versos que compongan la sinfonía de su tiempo, de besos marchitos y momentos, de rosas deshojadas por el viento, ese mismo que un día les dio brisa y sin pensar las arranco en silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario